He decidido hacer este post
porque últimamente se ha puesto de moda tunear los postres y dulces para que
sean más saludables, o como dirían los deportistas, más fit. ¿Y cuál es la
tendencia de la población? Consumirlos frecuentemente pensando que son lo mejor
del mundo. Suelen asociar lo casero con lo sano y en realidad, no tiene porqué.
Todos estamos de acuerdo en que
la bollería y repostería industrial están cargadas de azúcar y grasas, sobretodo
saturadas, por lo que son una bomba calórica. Por este motivo, se recomienda
que su consumo sea muy ocasional o nulo ya que favorecen el aumento de peso y
el riesgo de desarrollar diabetes e incluso aumentar los niveles de colesterol
y/o triglicéridos en sangre. Y es que la calidad tampoco es para lanzar cohetes
ya que en la industria se utilizan ingredientes como harina refinada, azúcar,
aceite vegetal que acostumbra a ser de palma y mantequilla. ¿Y qué pasa con las
recetas caseras? Pues, que el valor nutricional sigue siendo similar, tal como
podéis comprobar en
este post de
Lucía Martínez dónde nos muestra la competición entre la repostería industrial
y casera (magadalenas, galletas y flanes). Su conclusión es clara: el único
factor que podemos modificar es la calidad. ¿Y cómo lo hacemos? Bien fácil.
Usar aceite de oliva, harina integral, se puede evitar usar huevo (opcional),
frutos secos, fruta desecada o fruta fresca y cacao o harina de algarroba en
sustitución al chocolate. De esta manera, no es necesario poner tanta azúcar e
incluso, se puede evitar usarla. Eso sí, al usar cacao poned fruta desecada
como dátiles, pasas o orejones ya que disminuirán el sabor amargo. También se
puede poner canela, zumo o ralladura de limón o naranja.