19 de enero, sale a la venta este
esperado libro. Digo esperado, porque desde que me enteré de su publicación
pasaron aproximadamente 2 meses y medio. El título da que pensar: no todo el
mundo está de acuerdo. Sí que es cierto que existe una gran desinformación en
la publicidad y las etiquetas de los alimentos y entonces los consumidores no
pueden elegir en su totalidad. En mi opinión, quién realmente quiere cuidarse y
estar sano, se informa e intenta buscar los medios para poder entender lo que
dicen los envoltorios y no se deja influenciar por lo que dicen en los medios.
Y es de lo que habla este libro. Puede decirse que es un recorrido por las
sendas hacia una alimentación saludable mediante ejemplos de la vida cotidiana.
Sabemos que la obesidad y el
sobrepeso han aumentado considerablemente durante los últimos años pero solo el
2-3% de los casos son hereditarios. ¿Y qué pasa con el 97-98% restante? Pues,
aunque presenten cierta predisposición, el ambiente puede ayudarnos en la lucha
para evitar que aparezca. ¿Y cómo lo hacemos? La clave es alimentarse de forma
saludable y llevar una vida activa que incluya la práctica de ejercicio
regular.
Son 2 partes en las que capítulo
a capítulo se van desgranando todos los entresijos que podemos encontrar al ir
a hacer la compra, las costumbres tan arraigadas que seguimos y se nos plantean
los cambios posibles. Una primera parte más teórica en cuanto a la alimentación
y una segunda parte en la que el contenido calórico de los alimentos se traduce
en el tiempo que supone practicando deporte o ejercicio. Lo bueno de esta
última parte, que está dispuesto a modo de carta de restaurante o
establecimiento de comida y teniendo en cuenta el peso de la persona y la
intensidad del ejercicio. Por lo tanto, el tiempo es variable. Y además, hay
otros factores que influyen como el terreno en que se practique o las
condiciones meteorológicas. También se habla de mitos.
Vamos a ir por partes. Empezamos
llevando a juicio a la mayor parte de causantes de la obesidad. Los acusados
son la bollería, los aperitivos de bolsa, las bebidas azucaradas y snacks.
También los cereales de desayuno (azucarados), los zumos industriales y los
lácteos azucarados. Y os preguntaréis, ¿qué tienen en común? La cantidad
exagerada de azúcar, grasas y sal porque la industria es sabia y ha descubierto
que de esta manera ingerimos más cantidad.
Y aquí Carlos Casabona nos lanza
una perla (hay varias a lo largo del libro). Así que allá vamos:
Y yo añadiría, que lo que jamás
nos debe influenciar es la publicidad, sobretodo la que venga de la industria
alimentaria que promueve todos los productos que he mencionado anteriormente. Esto
es debido a que las personas, como consumidores hemos de elegir libremente lo
que nos llevamos a la boca. Por eso, los adultos hemos de educar a nuestras
criaturas para que elijan adecuadamente y no perjudiquen su salud ya que es la
época en que se instauran los hábitos. Bien, pasemos a las calorías. ¿Qué hace
que un alimento sea alto o bajo en calorías? Primero de todo, el origen: no es
lo mismo el azúcar de las gominolas que el almidón de la pasta integral o la
grasa de los frutos secos y la de la bollería. Y la técnica de cocción también
influye. Y aquí es donde tenemos una imagen muy gráfica en la que se muestra el
perfil calórico de las patatas según la forma de cocinarlas.
Y luego está la pregunta clave:
¿Quién ha dicho que no se puede comer fuera de casa o celebrar las fiestas con
comida saludable? Que no cunda el pánico, es posible ya que se puede disfrutar
comiendo sin que afecte a nuestro peso desmesuradamente. Y que no se os olvide que
si no tenemos en casa ningún tipo de alimento superfluo, no lo comeremos. Así que
ya sabéis, a comprar alimentos sanos. Ahí va la segunda perla:
Y ahora la última parte. Es la más interesante
pero a la vez la parte que más larga se me ha hecho. Vamos pasando por todas
las ingestas diarias: desde desayunos y meriendas, las bebidas, el aperitivo,
los primeros y segundos platos, los postres, la cena, el fast-food hasta las
palomitas y gominolas del cine. Nos muestra el perfil calórico de los productos
junto a una tabla en la que se especifica el tiempo necesario de ejercicio, variable
según la intensidad para quemar dichas calorías. Aun así, que sepáis que hacer ejercicio
no significa que puedo seguir comiendo mal, tal como nos cuenta en dicha frase:
Y ya por último, algunos aspectos
a tener en cuenta. Cuanto más peso, menos tiempo de actividad. Y que el gasto
siempre será mayor en niños que en niñas. Lo mismo sucede cuanta más intensidad.
La saciedad también entra en el juego. Por eso, las recomendaciones son elegir
frutas, verduras y hortalizas, cereales integrales y frutos secos ya que son
más ricos en fibra, lo que permite pasar varias horas sin comer. ¿Y qué pasa
con el tamaño de las raciones? Debe estar ajustada a la edad, el apetito y al
nivel de actividad.
¿Algo bueno? Las alternativas que
nos brinda para que nuestra ingesta sea más saludable.
A modo de conclusión, es un magnífico
libro muy práctico. Tengo que decir que para mí ha sido el mejor libro de divulgación
en nutrición que he leído, aunque los de Julio Basulto y Juan Revenga también son geniales. Todos presentan
la ventajas que muestran las verdades utilizando ejemplos de la vida diaria. Y no nos olvidemos del toque humorístico!!!
Hay un momento en el libro que Carlos dice que por más que tú le expliques al paciente las recomendaciones dietéticas con los cambios de hábitos que ha de realizar (para que sean saludables), si no puede seguirla, es porque no está adaptada a sus gustos, hábitos de ejercicio o frecuencia de las comidas, etc y le doy la razón. Es una lucha en contra de grandes reyes que a escondidas de la población general promueven un ambiente obesogénico y no hay que parar hasta ganar la batalla. Si las etiquetas no se entienden o no son suficiente legibles, hay que cambiarlas, la publicidad ha de ser veraz y tampoco es ético incluir regalos varios para que los niños exijan a sus padres que les compren alimentos superfluos. Espero que con este libro se os abran los ojos y os fijéis más en los que coméis y de qué manera podéis evitar el riesgo de sobrepeso y obesidad.
Hay un momento en el libro que Carlos dice que por más que tú le expliques al paciente las recomendaciones dietéticas con los cambios de hábitos que ha de realizar (para que sean saludables), si no puede seguirla, es porque no está adaptada a sus gustos, hábitos de ejercicio o frecuencia de las comidas, etc y le doy la razón. Es una lucha en contra de grandes reyes que a escondidas de la población general promueven un ambiente obesogénico y no hay que parar hasta ganar la batalla. Si las etiquetas no se entienden o no son suficiente legibles, hay que cambiarlas, la publicidad ha de ser veraz y tampoco es ético incluir regalos varios para que los niños exijan a sus padres que les compren alimentos superfluos. Espero que con este libro se os abran los ojos y os fijéis más en los que coméis y de qué manera podéis evitar el riesgo de sobrepeso y obesidad.
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