Esto no es más que una llamada de
alerta a los fanáticos del dulce y promotores en revistas, blogs y programas de
televisión. Como apasionada de la cocina que soy y la profesión por la cual
dejaría todo, estoy cansada de ver titulares de: Postres bajos en calorías que
apenas engordan o repostería más sana. Que yo nunca he sido sabores muy
pronunciados pero al leer tales mensajes, se me saltan las lágrimas, aunque no
de la emoción. Tan solo con echar un ojo a los ingredientes ya se intuye que no
son lo que parecen. Ahora os lo cuento.
Todo el mundo sabe que el azúcar
engorda y que si te tomas un pastel o un croissant, todavía más. Pero claro, la
cultura gastronómica que tenemos está basada en lo tradicional y casero, por lo
que la repostería no puede faltar. Claro que se pueden comer en alguna ocasión
pero no de por vida y a todas horas. Sabemos también que los diabéticos no
pueden abusar de tal componente. Por eso, se descubrieron los edulcorantes como
la sacarina, el aspartamo (uy, ¡qué miedo!), hará unos añitos la stevia y
detrás el jarabe de arce, el sirope de maíz y ya por último, el azúcar de coco.
Claro que sí, todo muy natural. Y como dicen que son sanos, a utilizarlos como
si nada. Pues, perdonad que os agüe la fiesta, siguen siendo hidratos de
carbono simples. Así que el riesgo de obesidad sigue aumentando. ¿Por qué los
consumimos? El motivo principal es que estamos rodeados de alimentos
ultramegaprocesados y claro quién se resiste. Otro aspecto a destacar es que
también existe la costumbre que todas las comidas principales deben acabarse
con un buen postre o el famoso refrán de “a nadie le amarga un dulce”. O lo de
si luego lo quemo en el gimnasio o corriendo.